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LOS DERVICHES, DANZA Y POESIA CON UN TRASFONDO ESPIRITUAL
La danza de los derviches es una de las tradiciones más llamativa y poco conocida en Turquía, y es que no se trata de un espectáculo turístico, si no de una ceremonia espiritual y religiosa que le recomendamos a no perderse durante su viaje a Turquía.
Los derviches son sufistas islámicos que se agrupan en hermandades u órdenes conocidas como tariqas. Los integrantes de estas congregaciones profesan una corriente espiritual y mística surgida en Persia que se caracteriza por su actitud ascética y su desapego de lo material. Con el paso de los años se formaron y se diluyeron diferentes tariqas. Cada una de ellas se diferencia de las demás por sus trajes y sus ceremonias.
Durante el imperio otomano ésta danza que representa el constante movimiento del universo y que une lo terrenal con lo espiritual, vivió su máximo esplendor. A partir de 1923, con Mustafá Kemal Atatürk y la creación de un estado laico, separado de la religión obligó a que se prohibieran y diluyeran estas órdenes. Aún así, algunas siguieron reuniéndose de forma clandestina hasta que en los años 50 se recuperaron como reclamo turístico. En ese momento actores representaban a los derviches. Hoy en día quedan alrededor de 10 tariqas o congregaciones en Turquía. Una de las más conocidas es la fundada en la ciudad de Konya, a 700 km de Estambul y es la de los Mevleví o Derviches giróvagos.
Los Derviches Giróvagos:
Se dice que el creador de la danza de los derviches fue el poeta persa Muhammad Rumi. Este místico religioso, que pasó gran parte de su vida en Konya, era seguido por sus fieles, que le dieron el nombre de Mevlana, “nuestro señor” en árabe y que fundaron la orden cuando él murió.
La ceremonia llevada a cabo por esta orden se conoce como Sema y con ella se quiere simbolizar un viaje místico espiritual, una especie de meditación en movimiento donde el derviche asciende y regresa con una mayor madurez, habiéndose desprendido de su orgullo y arrogancia. La ceremonia se divide en siete actos en los que la música, la danza y la poesía ayudan a desprenderse de estas ataduras terrenales para alcanzar la pureza y la unión del ser con lo divino, siendo un todo.
Este ritual comienza con la melodía de violines, flautas y tambores. Los derviches aparecen con túnicas negras para, poco a poco, ir desprendiéndose de ellas y quedar con una vestimenta blanca que simboliza la pureza y la muerte del ego. A medida que avanza la ceremonia, el compás de la música se va intensificando, así como los giros y los movimientos. Los derviches giróvagos no solo giran sobre ellos mismos, sino que lo hacen también alrededor de la estancia, con rapidez y precisión. El líder de la orden camina simultáneamente entre ellos, de forma calmada y recitando fragmentos poéticos y religiosos. A lo largo de esta danza mística, el movimiento de los brazos es lo que le da sentido a esta interpretación. Al principio los brazos comienzan cruzados sobre el pecho, para ir abriéndose. El brazo izquierdo se alza hacia el cielo, el universo. El derecho apunta hacia la tierra, permitiendo al danzante ser la conexión entre éstos.
Sin lugar a dudas, esta es una combinación de movimiento, música y simbolismo donde no queda nada al azar y que consigue embrujar e hipnotizar a todo aquél que presencia esta ceremonia.
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